a veces,
vestida de recuerdo.
Me dice que el pánico es solo una de sus facetas
y
que me echa de menos.
Me sé cada una de sus mentiras,
y ella cada uno de mis escondites
así que, cuando me besa,
cierro los ojos
y espero a que termines.
He improvisado soluciones a todas las verdades en las que ya no creo.
He dormido abrazada a tus excusas como quien se aferra al último segundo de noche
y le teme al sol.
He podido comprobar la eternidad de una promesa, las evoluciones de un recuerdo.
He mirado a mi asesino a la cara y le he dicho:
aquí,
apunta aquí, corazón.
Que te beso los destrozos y te acurruco en mis heridas.
Me han convertido en su único motivo y he desaparecido
tan rápido
como duraba esa madrugada.
He besado desconocidos
que no me recordaban a ti
y he conservado toda la hipocresía con la que me mandas recuerdos.
Nunca pensé que un silencio pudiera sonar tan fuerte.
He cosido motivos para huir a mis desesperaciones.
He tragado te quieros que me resbalaban por la garganta
y han muerto entre lágrimas
que nadie
ha limpiado después
He escuchado latidos, poesías baratas
que no decían
absolutamente
nada.
¿De cuántas despedidas estamos hablando?
Me he intoxicado con "te echos de menos" que no era capaz de soltar por mi boca
he escondido ojeras que mostraban que el insomnio ocupaba tu lado de la cama
desde que no dormías abrazado a mi espalda,
mientras te dibujaba
la eternidad
con los dedos
en todas las partes de tu vida.
Y qué frío está tu lado de la cama, corazón.
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